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TOPOGRAFÍA Y METEOROLOGÍA (III): Trabajar a la vera del Moncayo.

Pasé de Málaga a Malagón. De las condiciones severas en cuanto a nieve y frío, mucho frío, pasé a los dominios del señor de los vientos, también llamado el Moncayo. Esta montaña, a caballo entre Soria y Zaragoza, con 2316 metros de altitud, se asoma al Valle del Ebro desde las alturas. Es una de las montañas que se ve desde más distancia y desde más diversos sitios (desde Zaragoza, desde las Sierras de Teruel, desde la provincia de Madrid, prácticamente).

Ahí ejecutamos un parque eólico  en una planicie a la que se accedía desde el Alto de Lanzas Agudas (629 m.), con bonitas vistas del Moncayo, Tudela y el Valle del Ebro y, al fondo, los Pirineos, lejos, muy lejos…

Vivíamos en Tarazona, abajo de dicho puerto. Lugar agradable, bonita población, a menos que sople el cierzo. El Cierzo, con mayúsculas, es el viento por excelencia de esta zona de España. Sopla del Noroeste, por lo que también se le llama mistral, o mestral, según zonas geográficas. Pero el efecto de gran pasillo que hace el Valle del Ebro basta para que, como suelo decir, aunque los mapas no indiquen viento, ahí haga viento siempre.

Por lo que el momento de subir la persiana por la mañana y ver cómo se agitaban los árboles era, sin duda, uno de los peores para mí. Porque sabías, además, que  al subir al puesto de trabajo, iba a ser mucho peor.

Y subías, y entonces estacionabas el aparato en un lomo de terreno que, oh sorpresa, estaba junto a una zapata de un aerogenerador (excavación grande, de 11x11x2,5) que estaba siendo excavada por una máquina gigante, con un cazo gigante. Recuerdo una mañana en la que el pensamiento más recurrente era “¿para qué he venido hoy a la obra?”, ya que la máquina, a unos 20 metros de mi posición, cogía una cazada de tierra, y todos los granos, granitos, tierra, polvo y pequeñas piedras chocaban contra mí, con elefecto de una pequeña granizada.  Eso, y el asqueroso material de la zona -lo siento por él-, las margas, dejaban aquello como una pista de patinaje las pocas veces que llovía. Mi amigo Alfonso se acordará bien.

Pero en resumen, como siempre, me llevé un buen recuerdo de aquél lugar, con Bécquer, sus brujas, el Moncayo… y el cierzo.

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